domingo, 23 de octubre de 2016

Entrevista: los retos de la educación en el siglo XXI (II)





Segunda parte de la entrevista que nos realizó el director de nuestro instituto, el IES Hermógenes Rodríguez de Herencia (Ciudad Real) con motivo de la publicación del libro Profesor de Secundaria: Claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias:

La entrevista completa está publicada también en el blog del instituto.


¿Qué deben aprender los alumnos en el instituto para que puedan ser ciudadanos autónomos y de pleno derecho en el siglo XXI?
Lo que establecen las competencias básicas, competencias clave o como se las quiera llamar, que más o menos son las mismas siempre aunque se denominen de formas distintas en las diferentes leyes. Concretando mucho: el idioma oficial del Estado, y el de la Comunidad Autónoma si lo tuviera; la principal lengua extranjera, que ahora es el inglés; el dominio de las nuevas tecnologías de forma crítica y ética; los aspectos fundamentales de las matemáticas, las ciencias y las tecnologías, así como de la economía, las artes, los deportes y las humanidades; además de aprender a gestionar sus emociones, tener iniciativa, sentido crítico, etc. Dicho de otro modo: que puedan leer y comprender las instrucciones de un electrodoméstico o las cláusulas de un contrato laboral, que sepan calcular los intereses de una hipoteca o de un préstamo, que puedan viajar al extranjero y comunicarse por sí mismos, que sepan cómo buscar y encontrar empleo en el mercado laboral actual, que conozcan qué está pasando en el mundo a través de los medios de comunicación y lo analicen de forma crítica, que conozcan sus derechos y deberes ciudadanos y tengan sentido de justicia y solidaridad, que valoren su propio cuerpo, su salud, el deporte, que tengan un mínimo gusto estético y aprecien la belleza en sus diferentes formas artísticas, musicales, literarias. En fin, que tengan los recursos suficientes para ser ellos mismos y buscar su propia felicidad por sí mismos.

¿No creéis que puede molestar a ciertos profesores la crítica abierta que hacéis de la enseñanza academicista?
No. El modelo que llamamos “academicista” (el profesor enseña con la clase magistral y el alumno hace deberes en casa y un examen en el aula) es un modelo obsoleto en el mundo actual y que debe ser sustituido por otros modelos más eficientes y ajustados a las exigencias del siglo XXI. No entendemos que eso pueda ofender a nadie. Podremos discrepar y tener opiniones distintas, pero a nadie le puede ofender una opinión argumentada como la que creemos que exponemos en nuestro libro. 

¿Qué debe cambiar el profesor para dar respuesta a las nuevas demandas de formación del alumnado?
Principalmente la metodología y la evaluación. La clase magistral, los deberes y el examen tradicional deben dejar paso a las metodologías más activas por parte del alumnado, más interdisciplinares, con nuevas tecnologías y con otras dinámicas y formas de evaluación. Metodologías del tipo trabajo por proyectos, cooperativos, clase invertida, uso de plataformas digitales, actividades online, y evaluación continua, coevaluación y autoevaluación.

A los alumnos parece que cada vez les interesa menos la escuela, les cuesta mucho mantener la concentración, necesitan estímulos continuamente y se distraen con excesiva facilidad, ¿Cómo puede un profesor captar la atención del alumnado?
Cambiando esas metodologías, como decíamos antes. Levantarse a las 7:30 de la mañana, y pasar 6 horas en un aula en la que, la mayor parte del tiempo, estás sentado y escuchando un monólogo aburrido y que no comprendes en gran medida, es algo asfixiante o agobiante hasta para un adulto, mucho más para un niño o adolescente. No se trata de hacer la clase divertida, de contar chistes o hacer gracias, sino de utilizar otras metodologías que logren los mismos o más objetivos (que el alumnado aprenda) pero que lo consiga de formas más motivadoras, amenas y entretenidas, lo que no significa más fáciles o trabajando menos, de hecho exigen más esfuerzo por parte del alumnado al ser mucho más activas y participativas.

El profesor es el que sabe y los alumnos son los que van a aprender al aula. Los alumnos deben estar callados y atender a su profesor. ¿Hay otra manera de enseñar y de aprender?
Por supuesto, es que lo que acabamos de decir. El profesor sabe más y el alumno menos, por eso uno es el profesor y otro el alumno y no al revés. Pero hay muchas formas para que quien sabe pueda enseñar a quien no sabe, y no necesariamente dando la típica clase magistral, monótona y aburrida. Se trata de que el alumno aprenda de la mejor forma posible, no de que el profesor demuestre a unos niños que sabe dar una conferencia propia de la Universidad.

Los deberes son muy importantes para que los alumnos aprenden más, cuanto más deberes hagan mejor preparado saldrá el alumnado. ¿Qué opináis de la cantidad y calidad de los deberes que tiene que hacer un alumno de secundaria?
Que son excesivos y, en muchos casos, innecesarios o hasta contraproducentes. El principal lugar de trabajo debe ser el aula y no la casa. Por una razón muy simple: en el aula está el profesor para corregirte, en casa no. Por eso apostamos por reducir la cantidad de deberes que los alumnos deben hacer en casa. Además, los alumnos son jóvenes que deben hacer también cosas de jóvenes y no pueden pasar todo el día alrededor del instituto, bien en clase o bien con deberes. En este sentido, metodologías como la “clase invertida” pueden ser muy interesantes y útiles.

Los exámenes son fundamentales para saber lo que aprenden los alumnos y ponerles una nota objetiva, además es muy importante que se acostumbren a hacer exámenes porque luego se lo juegan todo a un examen en la PAEG. ¿Qué opináis de los exámenes?
Es un instrumento de evaluación más entre otros, y en ese sentido es lo que es. El examen es un problema cuando se plantea como el único instrumento de evaluación o el principal. En el modelo de educación competencial, todo lo que hay que evaluar no puede evaluarse con el examen típico. De ahí que sea necesaria repensar también la evaluación y, al igual que hay que variar y diversificar las metodologías, también hay que hacer lo mismo con la evaluación y los instrumentos de evaluación, que no pueden verse reducidos al examen.

Sabemos por los medios de comunicación que hay centros que están revolucionando su manera de enseñar y de evaluar, incorporando las nuevas tecnologías, sin utilizar libros de textos, aprendiendo en nuevos entornos de aprendizaje…¿creéis que es posible aplicar estas nuevas metodologías en los centros públicos y en las condiciones organizativas que tenemos?
No. Los centros públicos ahora mismo no están preparados para eso. Para empezar, por la propia arquitectura de los centros y sus espacios, que están pensados para la enseñanza “academicista”: un grupo, un aula, un profesor, una materia, una clase magistral, un examen… Las nuevas formas de educación implican el movimiento, la experimentación, las nuevas tecnologías, la interacción, la cooperación, la interdisciplinariedad, etc. Para cambiar todo esto tendríamos que empezar por “tirar las paredes”, como decimos en el libro. No obstante, que no se pueda del todo no quiere decir que no lo podamos intentar en la medida de las posibilidades de cada centro. Se pueden hacer muchas cosas aún con tantas dificultades estructurales. Pero requieren de mucha coordinación y trabajo en equipo entre el propio profesorado.

En los centros públicos hay un alumnado muy diverso en intereses, procedencia, circunstancias socio-familiares, con esta diversidad debe ser muy difícil poder dar clase, ¿qué puede hacer un profesor para responder a esta diversidad y que el alumnado que tiene interés en tener una buena formación no salga perjudicado?
La clave está en la diversificación metodológica y en también en la evaluación. Las nuevas metodologías docentes tienen muy en cuenta la diversidad. El enfoque “academicista” es muy homogeneizador, está pensado para un grupo de alumnos idénticos en el que quien es distinto queda automáticamente excluido o relegado y estigmatizado por eso. Las nuevas metodologías están pensadas para hacerse cargo de esa diversidad y adaptarse a los diferentes ritmos, capacidades, intereses, etc., de cada alumno y personalizar al máximo la evaluación, procurando lograr que cada alumno logre desarrollar al máximo posible sus potencialidades.

Con la LOMCE el profesorado tiene que utilizar los estándares evaluables de aprendizaje, rúbricas y otros procedimientos que sólo son una carga de más trabajo para el profesorado pero que no mejoran la evaluación del alumnado, ¿qué os parece esta nueva manera de evaluar?
Todo eso ya estaba en la LOE aunque con otros nombres. Los estándares son más o menos similares a los indicadores de la LOE. La diferencia es que la LOE los dejaba abiertos y la LOMCE los concreta al detalle, con lo que se pierde autonomía docente, además de que son excesivos estándares y no es realista pretender trabajarlos todos. Pero la idea de fondo no es mala. Ambas leyes incorporan el enfoque competencial y eso implica, en lo referente a la evaluación, tomar como referente los criterios de evaluación y no los contenidos, y eso sí está bien. De esta forma, es más fácil lograr que el alumnado aprenda los contenidos y además facilita el tratamiento de la diversidad con las nuevas metodologías, ya que al fijarnos en los criterios de evaluación, hay muchas formas de lograrlos y no solamente mediante la explicación-examen, que acababa siendo la única metodología y forma de evaluación en el sistema tradicional. Pero la LOMCE, al imponer tantos criterios, obliga en la práctica a tratarlos como contenidos y a que haya profesorado que simplemente los convierta en preguntas del examen, y eso pervierte el enfoque competencial.

Si el alumno saca un 7 en el examen tiene un 7 en la evaluación y si saca un 4 suspende y vuelve a hacer otro examen para que recupere, ¿evaluar y calificar no es lo mismo?
No, claro que no, son cosas distintas. La calificación es parte de la evaluación, pero la evaluación no se reduce a calificar. Ni la evaluación se reduce tampoco a un examen ni a la media de varios exámenes. Al evaluar competencias evaluamos un saber-hacer, y eso es imposible solo con exámenes. El examen mide lo que mide, que hay muchas más cosas que hay que evaluar con otros instrumentos de evaluación que están disponibles para el profesorado. Además, la evaluación únicamente mediante exámenes pervierte la idea de la evaluación continua que implica evaluar todas las fases del proceso de enseñanza-aprendizaje, desde las iniciales, hasta las de desarrollo y sumativa.

Cada gobierno cambia la ley, esto desorienta al profesorado que no ha terminado de adaptarse a una ley cuando sale una nueva y teme que el próximo gobierno la cambie, ¿qué opinión tenéis de este maremágnum legislativo?
Realmente no ha habido tantas leyes como a veces se dice. Depende de cómo se mire. Las principales leyes educativas han sido la Ley General de Educación de 1970, la LOGSE de 1990 y la LOE de 2006. Las demás, o bien han sido leyes que no han afectado a la estructura del sistema educativo como tal sino a alguna parte (como la LOPEG) o no llegaron a aplicarse o no del todo (como la LOECE o la LOCE). La misma LOMCE en realidad no deroga a la LOE sino que la reforma. Por otra parte, si el mundo cambia, es lógico y deseable que también lo hagan las leyes para adaptarse. La LGE duró 20 años, la LOGSE 16 y la LOE ha durado hasta este curso (unos 8-10 años según se mire). En cada uno de esos periodos ha habido cambios significativos que hacían necesario actualizar las leyes. Otra cosa es si esas leyes en concreto fueron cada una la mejor que se podía hacer en ese momento, en eso no entramos. Pero, desde luego, lo que no puede ser es el inmovilismo, y seguir enseñando en el siglo XXI con leyes del siglo XX pensadas para las necesidades del siglo XX y no del XXI.

¿Os gustaría ser alumnos de un profesor que enseña como vosotros?
No, porque pensamos que debemos cambiar muchas cosas nosotros mismos. Todo lo que decimos en el libro lo estamos implementando poco a poco cada uno en nuestras clases, probando y ensayando con diferentes metodologías, etc. No obstante, el grueso de nuestro trabajo sigue siendo el tradicional, aunque el objetivo es que en unos años la proporción sea al revés: que lo tradicional sea la excepción y lo nuevo la norma, pero eso es un proceso lento, de aprendizaje continuo y que preferimos llevar poco a poco y consolidarlo que improvisar y meter la pata. Lo que sí nos gustaría es poder decir dentro de unos años: ahora sí nos gustaría ser alumnos de profesores como nosotros mismos.

¿Qué esperáis de vuestros lectores?
Que les guste el libro y que les sirva en su día a día, que se animen a probar los consejos que damos y seguir por las sendas que señalamos, que prueben y nos comenten qué tal. Y también que nos critiquen, que nos digan lo que les gusta y lo que no, lo que le sirve y lo que no, los aciertos que haya y también los errores para aprender de ellos.

¿Qué tal la experiencia de poner por escrito y publicar vuestra opinión y vuestras propuestas de muchos de los asuntos que preocupan al profesorado?
Muy buena. El libro ha recibido muy buen aceptación por parte del profesorado, hemos recibido buenas críticas en general, aunque todavía es pronto y hay que dejar más tiempo para que haya más opiniones. En cierto modo teníamos ciertas dudas, porque conforme avanzaba el libro y veíamos que transcendía el objetivo inicial de orientarlo solo a profesores nóveles para dirigirse también al más veterano, nos surgió la duda de si no sería prepotente, si no parecería pretencioso el querer enseñarle algo a quienes son tus iguales, tus compañeros de trabajo. Pero por ahora ese recelo no se ha confirmado y a la mayoría parece que le gusta y nos felicita.

¿Por qué tendría que comprarme el libro y leerlo?
Porque creemos sinceramente que tiene buenas ideas, consejos y orientaciones que son útiles, prácticos y que ayudan al docente en el día a día, y porque incorpora sugerencias que pueden abrir nuevos caminos para ser recorridos por el profesorado inquieto, que quiere mejorar su trabajo y avanzar en la calidad de la enseñanza. Que lo hayamos conseguido o no, eso lo decidirá cada uno después de leerlo, que era nuestra intención, eso sin duda.

¿Para cuándo el segundo libro, también escrito a cuatro manos?

Pues ideas no nos faltan. El libro se nos quedó incompleto, en el sentido de que había muchas cosas que se quedaron fuera o que podríamos haber profundizado mucho más en ellas, y todo eso daría para otro libro o varios más. Pero había que parar en algún momento y publicarlo o se nos haría eterno o demasiado extenso. De todas formas, publicar un libro lleva mucho trabajo y todavía estamos intentando dar a conocer este y difundirlo. Que haya otros o no, eso ya se verá. 

En este enlace puedes acceder a una vista previa, el índice, prólogo y algunos contenidos del libro.


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